El viernes es tu último día

Llama la atención cómo una sencilla frase con cinco palabras puede derrumbar tu realidad entera. Algo inesperado. Algo que te coge sin estar preparado, sin preaviso. Creo que puedo recordar perfectamente los cientos de pensamientos que aparecieron en mi cabeza durante el tiempo que escuchaba esa frase al otro lado de una llamada de Google Meet.

Aunque al final no fue el viernes, la segunda parte de la frase sí se cumplió. Y también se cumplió el cambio en mi realidad. Mi naturaleza negativa lleva varios días pensando que es para mal, pero lo cierto es que, como dicen los gurús que hay por ahí, en todo fracaso siempre aparece una oportunidad. ¿Hay oportunidades para mí? Supongo que sí, pero en este momento de luto en el que me encuentro es difícil verlas. Al menos por ahora.

Cuando venía hacia casa en bicicleta me vino la idea de volver a escribir. Llevo haciéndolo en Internet más de veinte años. Esto ha cambiado mucho: desde los blogs, pasando por las redes sociales y, de un tiempo a esta parte, las newsletters, donde uno se mira el ombligo pensando que cuenta algo interesante. Yo intenté tener una de esas newsletters ombligueras, pero a la segunda edición sentí que no tenía nada que contar al nivel que requiere una forma de comunicación que llega directamente a tu bandeja de entrada, casi como una invasión. Fue un muro que no pude superar, y ahí quedó, abandonada.

¿Por qué volver ahora a escribir un blog? No lo sé. Me apetecía escribir. Sin más. Será un blog sin publicidad y sin que lo comparta en ningún lado. No porque no quiera que me lea nadie, sino porque no quiero convertirlo en una especie de producto que me genere presión por escribir. Quiero que, si alguien me lee, lo haga de manera orgánica, como dicen los de marketing.

El viernes no fue mi último día, fue el martes. Pero cuando algo termina, algo empieza. Y supongo que este blog es una buena manera de empezar… algo.